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Sustentabilidad del sistema. La sustentabilidad de los sistemas agrícolas depende de un manejo global que permita un uso más eficiente de los recursos (agua, carbono, nutrientes), y que tienda a minimizar la degradación química, física y biológica del sistema. Incorporar gramíneas como el maíz a las rotaciones, favorece la sustentabilidad de los sistemas a través de elevados aportes de materia orgánica a los suelos; mejora su balance de carbono, favorece la extracción equilibrada de nutrientes, su estructura física y química, reduce los riesgos de degradación hídrica y eólica, la probabilidad de aparición de resistencia a malezas, y la incidencia de enfermedades y plagas.
Mayores rindes del cultivo siguiente. Resulta evidente que la participación del maíz en la rotación de cultivos en siembra directa tiene un papel fundamental en el mantenimiento de las condiciones que permiten la máxima expresión del rendimiento de los cultivos que lo suceden. Se ha podido verificar que el aporte del maíz al rendimiento de la soja de primera siguiente es del 16 por ciento. Es decir que con la secuencia trigo/maíz de segunda-soja, junto con el efecto beneficioso del aporte del rastrojo de maíz, se podría lograr una mejora en los rendimientos de toda la rotación, con un menor tiempo de ocupación del lote.
Mayor estabilidad del sistema productivo. Las prácticas de manejo que permitan adelantar la desocupación del lote, y reducir la demora de la siembra del maíz de segunda, constituirán estrategias convenientes cuando no existan limitantes hídricas (sequías estacionales) que condicionen dicha anticipación. Sin embargo, en relación con la soja, el cultivo de maíz es más estable en todas las fechas de siembra, y reduce su potencial de rinde en menor medida que la soja a medida que la fecha de siembra se retrasa.
Beneficios económicos. El maíz de segunda permite diversificar el riesgo climático y, por ende, el riesgo económico. Los beneficios técnicos del maíz de segunda expuestos con anterioridad pueden materializarse fácilmente en los diferentes análisis económicos que se generan en el primer y segundo año agrícola. Para la región pampa húmeda puede estimarse un margen bruto de 526 dólares por hectárea para el maíz de segunda, un beneficio para el productor 51 por ciento superior al de la soja de segunda.
Retorno. La rentabilidad del cultivo tiene excelentes resultados a nivel retorno sobre la inversión, compitiendo a la par con la soja, incluso en campos alquilados.
Margen bruto extendido en el tiempo. Rotación bianual trigo/maíz de segunda-soja de primera: considerando que el motor del maíz en el contexto argentino es la rotación, es lógico analizar los resultados económicos en un conjunto de rotación durante dos años o dos campañas agrícolas.
Siguiendo el concepto de rotación de cultivos y asumiendo que el maíz genera beneficios adicionales de 16 por ciento más de rinde en promedio en la soja que se va a sembrar el año siguiente, la ecuación económica se inclina un 22 por ciento a favor del binomio trigo/maíz de segunda-soja de primera.
Menor riesgo de inversión por la mayor estabilidad. La estabilidad en los rindes del maíz confirmada en los últimos años ofrece al productor que elija sembrar maíz de segunda una importante estrategia para minimizar los riesgos de su inversión.
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